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Práctica y realización no son dos

Una enseñanza de Ryôtan Tokuda


Después de haber estudiado y practicado con varios maestros zen en Japón y haberse vuelto monje en el seno de la escuela Sôtô Zen, Ryôtan Tokuda-Igarashi se dirigió a Brasil en 1968, donde se convirtió en misionero de esta escuela para América del Sur. En este país creó diversos monasterios y centros de meditación zen. Ryôtan Tokuda-Igarashi enseñó durante varios años en Francia donde fundó el monasterio de Eitaiji, en los Alpes de la alta Provenza. Comenta a menudo al Maestro Eckhart, el místico alemán, a la luz de los escritos del maestro zen Eihei Dôgen (1200-1253), especialmente de su "Tesoro del ojo de la verdadera ley" o Shôbôgenzô.

La enseñanza "Práctica y realización no son dos" fue dada dentro de un retiro realizado el fin de año de 1988. Traducción española a partir de la traducción francesa de L. Mayer. Fotografía Didier Airvault. Reproducido con la amable autorización del Centro Maha Muni – París.


Ryotan TokudaEl Maestro Eckhart dijo : "Dios no es más que « uno » y « uno » es indivisible, y aquel que toma otra cosa que « uno', es una parte y no « uno » : « Dios es uno » y aquel que busca y desea alguna cosa más que eso no es Dios, es una parte, sea reposo o conocimiento o cualquier cosa que sea distinta a la voluntad de Dios, es para sí mismo y no es nada." (Sermón Got hât die armen gemachet durch die rîchen, traducción al francés Jeanne Hancelet-Hustache).

El Maestro Eckhart dice claramente que Dios es "Uno". En el capítulo Bendôwa, del Shôbôgenzô, el Maestro Dôgen escribe que hacer una distinción entre la práctica y la realización no es el verdadero budismo. En el verdadero budismo práctica y realización no son más que una sola y la misma cosa.

Cuando estamos sentados en zazen estamos sentados en la pureza y la transparencia. En ese momento el despertar está completamente presente y somos, en ese instante, el despertar mismo. Es inútil buscar cualquier otra cosa distinta, se trate de un estado particular o de alguna cosa fuera de nosotros mismos.

Algunos comienzan a practicar con un fin, pero no encuentran paz en su práctica. No saben que el deseo que les mueve es la fuente de su malestar. No hacen mas que llenar un tonel sin fondo. El Maestro Dôgen dice que es muy raro encontrarse con alguien que esté sobre la vía. La mayoría de las personas dicen que no pueden alcanzarla o que no pueden encontrarla. Parecen peces que nadan en el océano y que reclaman a gritos agua.

No debemos practicar zazen como hombres ordinarios sino como budas. Podríamos ser libres, pero no lo somos pues intentamos encontrar provecho en esta práctica.

Si la práctica y el despertar están separados se les puede ver. Pero si no hacen sino uno, de suerte que la práctica es el despertar y que el despertar es la práctica, desde entonces ya no se les puede ver. Se puede cortar todo con un sable pero el sable no se puede cortar a sí mismo. Quisiéramos sentir, ver, tocar el despertar. Pero esto que nosotros sentimos, vemos, pensamos del despertar es ciertamente otra cosa. Si realmente hacemos la experiencia alcanzamos directamente la intuición. Todo sentimiento de separación cesa entonces y realizamos la unidad.

Si se tiene consciencia del despertar esta consciencia se convierte en fuente de enfermedades. Debemos olvidarlo, incluso si este despertar es exacto. A uno que había preguntado al Maestro Kôdô Sawaki si había alcanzado ya el despertar, este le respondió : "No he hecho nunca una tontería como esa". No hay que pararse nunca y continuar siempre zazen.

En el Bendôwa, El Maestro Dôgen ha escrito que la práctica y el despertar no tienen ni comienzo ni fin. Incluso cuando hablamos de práctica y despertar estos no son mas que una y la misma cosa. Es por esto que todos los budas y todos los patriarcas no han dejado de practicar. El Buda Shâkyamuni practicó en el bosque durante seis años y Bodhidharma en una gruta durante nueve años. Pero no practicaban con el fin de obtener el despertar. Muchos se sienten decepcionados cuando se les dice que la práctica y el despertar nunca tienen fin. Cuando no se ha comprendido este punto esencial es difícil practicar mucho tiempo el Zen.

El Maestro Eckhart dice también : "Mirad, en la medida en que él es uno y simple se aloja en ese uno, que llamo una ciudadela en el alma, y si no es así no puede puede entrar allí de ninguna manera; sólo así penetra y se halla en su interior. Ésa es la parte por la que el alma es igual a Dios y ninguna otra." (Sermón Intravit Iesus in quoddam castellum et mullier quaedam Martha nomine, excepit illum in domun suam, El fruto de la nada y otros escritos, Trad. Amador Vega Esquerra, Siruela, Madrid, 2001).

El Maestro Eckhart emplea la expresión "ciudadela". En el Zen utilizamos el símbolo del círculo. ¿Pero como entrar en el círculo vacío o en la ciudadela? Tenemos que olvidarnos de nosotros mismos y sobrepasarnos. se podría creer que hay alguna cosa añadida fuera de nosotros, pero el Maestro Eckhart dice claramente : "la ciudadela en el alma". A esta ciudadela en el alma ningún camino, ninguna vía, ninguna puerta nos lleva. No se puede acceder allí sino por lo Uno y lo Puro.

Nosotros nos preguntamos : "¿Porqué sentarse simplemente? ¿En virtud de qué? Pero sentarse así no tiene causa. Simplemente sentarse exactamente quiere decir simplemente sentarse. En tanto que tenemos todavía necesidad de una causa o de un fin no sabemos encontrar la paz en zazen. Buscamos alguna cosa más, alguna cosa que se encontraría "detrás" de zazen y, de golpe, hemos perdido el Uno. Es únicamente cuando no tenemos necesidad de causa que encontramos la paz.

No hay que creer que dos se juntan en la unión y, por ese hecho, se convierten en uno. El Uno es uno y no ha estado nunca dividido. Esto es la experiencia de zazen. Esta práctica nos da la postura de un buda, la respiración de un buda y el espíritu de un buda.

En el capítulo Kaiin zammai ("el samâdhi del sello del océano") del Shôbôgenzô el Maestro Dôgen escribe que todos los ríos se vierten en el océano. Todos los ríos, por diferentes que sean, se convierten en uno. Dice también que cuando la olas del océano son levantadas por el viento mueren sobre la orilla. Desde este punto de vista vemos olas que nacen y mueren, vemos un antes y un después. Y sin embargo en el samâdhi no vemos solo las olas, vemos también el agua del océano. Se dice que las olas son agua y que el agua no está separada de las olas. Si contemplamos el océano mirando el agua no hay entonces aparición ni desaparición y el océano no disminuye ni aumenta. He aquí el samâdhi del océano. Practicar zazen es alcanzar y conservar este samâdhi.

Traducción : Roberto Poveda Anadón.


En el sitio :

Shikantaza: Tan solo sentarse, Una enseñanza de Ryôtan Tokuda


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