El maestro zen Kôshô Uchiyama rôshi (1912-1998) fue uno de los principales discípulos de Kôdô Sawaki rôshi (1880-1965) al cual sucedió a la cabeza del templo de Antaiji. Uchiyama es celebre por sus "sesshin sin juguetes", retiros en silencio absoluto, sin enseñanzas ni rituales, a razón de catorce horas de meditación cotidiana. Explica el sentido de estas sesshin en este texto extraído de Réalite du Zen: Le chemin vers soi-même (Paris, Le Courrier du Livre, 1974, pp. 73-77).
En los Estados Unidos, Shôhaku Okumura prosigue la enseñanza de Kôshô Uchiyama rôshi en el estilo de sesshin sin juguetes.
En primer lugar me gustaría describir nuestros sesshin (retiros) en Antaiji y las experiencias que allí realizamos. Mi deseo es mostrar claramente nuestro zazen y nuestro comportamiento ante la vida.
Desde la muerte de mi maestro Kôdô Sawaki en 1965 he comenzado a organizar nuestros sesshin de la siguiente manera: cada sesshin dura cinco días, de viernes a martes, de tal forma que el primer domingo del mes está en medio. En febrero, cuando hace frío, y en agosto, cuando hace calor, no hay sesshin. En julio y en septiembre el sesshin no dura más que tres días.
Nuestro programa comporta zazen y kinhin (ejercicio "andando") y nada más, desde las cuatro de la mañana hasta las nueve de la noche.
Tomamos tres comidas al día y hacemos kinhin inmediatamente después de cada comida; luego hay un intervalo de poco más de treinta minutos para las necesidades personales.
Dos reglas caracterizan nuestros sesshin; primero, prohibición absoluta de hablar. No nos saludamos y no tenemos contactos unos con otros, tampoco recitamos sutras. Segundo, no utilizamos el kyosaku, que sirve para golpear en la espalda en caso de distracción o de somnolencia.
Incluso yo, el encargado del templo, me mantengo siempre cara al muro, sin observar el zazen de los demás.
Estas dos reglas son características de los sesshin de Antaiji. Cada cual, independientemente de los otros, debe controlar su propio zazen. Este tipo de sesshin es el resultado de mis distintas experiencias previas. Lo realizamos así desde 1965. Creo que es el mejor camino para poner en práctica lo que mi maestro Kôdô Sawaki rôshi expresaba así: "zazen es el Si mismo que construye el Si mismo con el Si mismo."
La razón de nuestro absoluto silencio durante cinco días se explica por el hecho de que, de esta manera, sin entrar en contacto con los otros, sin estar distraído por ellos, el hombre se convierte en ese Si mismo que no es nada más que eso. Al mismo tiempo el sesshin, con sus cinco días, se convierte en una única continuidad temporal de zazen sin interrumpir su ritmo.
La razón por la cual no empleamos el kyosaku es que así cada uno se convierte por entero en su propio y verdadero "Yo". Ya que zazen significa allí "dejar caer los pensamientos" y, cara al muro, no ser ninguna otra cosa que "si mismo", lo experimentamos como un tiempo interminable y terriblemente aburrido. Pero si el kyosaku pasar de uno a otro se convertiría en una especie de juguete y los participantes buscarían "jugar" con el. Por ejemplo, uno de los adeptos, tranquilamente sentado, viendo venir el kyosaku pensaría: "¡Observa bien mi postura!, ¿no es ejemplar?, no hay ninguna razón de golpearme con el bastón"; o bien "¡Ay!, ¡estas horas sin fin de la tarde!, puede ser que recibir un golpe de kyosaku me refrescara un poco."
Ahí el bastón de exhortación se habría convertido en un juguete.
Mirando hacia atrás toda nuestra vida parece ser una búsqueda de juegos y de juguetes. Eso ya comienza desde nuestro nacimiento; el primer juguete es el biberón; mas tarde son muñecas y osos; cuando somos mas mayores nos interesamos por los juegos mecánicos, por los aparatos fotográficos y por los coches; durante la adolescencia es el otro sexo; mas tarde los estudios y las investigaciones, las competiciones de todo tipo y el deporte. Todo esto, finalmente, no significa ninguna otra cosa mas que juguetes. Hasta nuestra muerte intercambiamos un juguete por otro y toda la vida no es otra cosa que "jugar".
Nuestro zazen, al contrario, es la realidad de la vida. Es el Yo solo que se convierte en su verdadero propio Yo. Aquí no hay mas juguetes. Llega a lo que llegará en el instante antes de nuestra muerte, cuando todos los juguetes desaparecerán. Incluso haciendo zazen buscamos constantemente un juguete, por lo menos por el momento. Desde que el kyosaku se aproxima se convierte en un juguete y el Yo no es el Yo. Es por este motivo que renunciamos al kyosaku durante el sesshin.
¿Pero que hacer si comenzamos a adormecernos durante nuestro sesshin en Antaiji? ¿Terminaremos por dormirnos sin el kyosaku?, que sirve para despertar a la gente cansada.
No hay que temer esto porque nadie dormirá a lo largo de las sesenta y dos horas de un sesshin de cinco días. Eso depende únicamente de vosotros; haced zazen tan bien como sea posible. No hace falta que os sintáis obligados. Es una práctica que depende únicamente de vosotros.
Puede suceder una cosa: estáis despiertos, pero os aburrís mortalmente. Para pasar el tiempo pensáis en algo y sobre eso os entretenéis con vosotros mismos. Sin embargo es insensato suponer que continuareis así hasta el fin. Cierto, hay personas que son capaces, pero si tenéis el espíritu sano es imposible. Durante un sesshin como el nuestro, donde hora tras hora el zazen se desarrolla en un silencio absoluto, os sentiríais muy incómodos y creeríais volveros locos. Esto es porque un cerebro normal no soporta atarse durante mucho tiempo a pensamientos imaginativos. Finalmente comprenderéis por vosotros mismos que es mejor dejar caer las ilusiones y volver hacia la buena postura de zazen. Dicho de otra manera, nuestro sesshin no está orientado por una fuerza exterior. Lo queráis o no llegaréis al punto donde el Yo encuentra la paz en él mismo.
Durante el sesshin yo mismo estoy, como los otros, cara al muro y no cara a los adeptos. Lo hago para cortar radicalmente toda relación de hombre a hombre, toda observación y toda vigilancia. Si hiciera mi zazen con la intención de vigilar a los otros no haría más que eso y probablemente perdería de vista mi propio zazen. Igualmente, si cada uno se sintiera observado por el otro, nuestro zazen terminaría como adhesión al otro, y no sería autentico.
Durante un sesshin, en Antaiji, no hay el menor rastro de enseñanza. Eso es porque nuestros participantes deben haber comprendido a priori cual debe ser su comportamiento interior. Por este motivo he profundizado anteriormente el tema hasta el detalle, tanto como me es posible; deseo que mis participantes en el sesshin lean y comprendan estos libros, de los cuales la presente obra forma parte. Si los interesados tienen aún cuestiones que plantear pueden fácilmente ir a encontrarme para informarse, pero fuera de sesshin.
Observo que las personas que han leído mis libros y que a continuación se deciden a hacer zazen son diferentes de aquellas que llegan sin conocimientos previos. Son numerosos quienes, viniendo, buscan comprender el zazen intelectualmente. Están imbuidos de teorías didácticas y, a menudo, vagas. Desearía que los dialécticos llegaran por su propia experiencia a la conclusión de que el zazen no tiene absolutamente nada de teórico sino que es cierta cosa que es preciso hacer. Es por lo que les exhorto todo el tiempo a fijarse en la práctica de zazen en la cual el sendero no es más que silencio.
Traducción : Roberto Poveda Anadón.
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